Para los ecuatorianos, ver la televisión es una parte importante en sus vidas. Desde la mañana lo primero
que se hace al abrir los ojos es encender el aparato de televisión y buscar el
programa de su preferencia . Buscando entre canal y canal se llega a lo que más
agrada o llama la atención en ese
momento. Si nos referimos a las primeras horas, lo común es ver los noticieros
que hacen que el amanecer se llene de sorpresas engalanadas con términos
inusuales propios de la tv nacional. Nos referimos a esto, para hacer comparación al tipo de producción
televisiva que antes se veía comúnmente.
Se esperaba un comunicador relajado, leyendo un prompter con la nota del
momento e informando en detalle el acontecimiento. Actualmente, vemos algo muy
distinto; tenemos en primer término, y en su mayoría; periodistas, que se
presentan con una actitud distinta, con rostros alertas y una fogosa
pronunciación, dando la noticia del día, acompañada de cierto tipo de música,
que da a la información más fuerza, a criterio del productor. En el programa noticioso, el anchor en
cuestión está en una postura lideral, fuerte, y a veces hasta agresiva y con el
brío que le da, imaginar a todo un pueblo, pendiente de él, haciendo toda clase
de inflexiones en su garganta para explicar lo que sucede. Siempre el personaje
principal estará acompañado de otro presentador o presentadora que apoye lo que
diga y colabore para mejor explicación del tema, o para darle mayor dramatismo.
Es así como se forma una dupla cuasi perfecta en lo que respecta a presentadores
de noticias, siempre y cuando haya buena química entre los dos. Ambos, con toda
la parafernalia necesaria para realzar el contexto que se requiere, a su
criterio y del productor, dan al televidente lo que, según la estación
televisiva, quiere ver cuando prendió la tv. Es ahí cuando arranca lo propio de
este espacio. La noticia en cuestión es presentada de tal modo que llame la
atención al televidente. El tono de voz y la expresión corporal se modifican de
acuerdo a las emociones que buscan encender el presentador en los televidentes.
La gesticulación es a veces, exagerada y se actúa de acuerdo al contenido;
pero al analizar el lenguaje, de quien debería tener un vocabulario perfecto y
acorde a su preparación, confunden en su mayoría por la fuerza que debería o
que se ejerce al presentarse la nota o reportaje, con un argumento lleno de
expresiones llamativas, peyorativas, a veces humillantes, manifestando
escandalizarse por los hechos sucedidos, como si fueran imposibles de darse en
la ciudad. Esto sucede en su mayoría, en los programas que se enfocan en temas
de la comunidad.
Son estos, los llamados noticieros
comunitarios, los que buscan información que afecte a la ciudadanía de algún
sector de la ciudad, en este caso Guayaquil, que regularmente busca
ayuda del medio de comunicación televisivo, para denunciar algún problema a nivel de
barrio. De esta forma, el noticiero es transformado en un programa informativo,
mas no un noticiero comunitario. El solo hecho de hablar fuera del contexto, de
dejar de ser de ser un informador, serio y pulcro en su vocabulario, ya lo saca
de ese concepto.
Al momento de hablar frente a una cámara hay que pensar que estamos
frente a un público, que en su mayoría admira a quien que ve tras el cristal.
Si tomamos como ejemplo a un noticiero de comunidad, es más que seguro que
quien lo mira es aquel que se siente afectado e involucrado o identificado con
el caso que se presenta, pero al tornarlo polémico, con la postura que se
expresa, ya cambia el aspecto. Esto hace que el televidente lo acepte o rechace;
pero de ser aceptado ya cae en lo que se desearía evitar, esto es, ser parte de
la polémica que se presenta.
Una vez que se lanzó al aire la nota, lo que ya venía desde el presentador,
se afianza en la locución y en la graficación, todo se acopla al ambiente dado previamente
y se mantiene el hilo de lo que se quiere dar al que lo ve: temas de crónica
roja, polémica que esta enmascarada con el armazón televisivo de una noticia.
El léxico que se escucha es sin duda de un nivel no muy elevado, no como el que
debería darse en las noticias duras, las imágenes son crudas con musicalización a veces exagerada, efectos que complementan
lo expuesto, es a veces de impacto, o desagradable en general, pero al ser
llamativo se lo continua viendo sin dudar. Es aquí cuando el televidente, el
sujeto de la comunidad se convierte en uno más de los que expone la nota,
apropiándose de los mismos términos y hasta sintiéndose parte de ella.
¿Es esto lo que se busca? Lo que se busca es tener a la audiencia atenta
y hacerla parte de ellos, de los programas, para así mantener elevado un rating
y por ende una buen comercialización que auspicie el espacio televisivo.
El público guayaquileño está adoptando los modismos que ven en la tv y
llegan a admirar a quienes se los han heredado. Cumplen con la función de
buscar al espacio para dar más información, que saben será atendida de la misma
forma en que fueron las demás, y es la manera más perfecta de comunicarse o la
más imperfecta.
El que no cuenta con una educación con buenas bases formadas caerá
fácilmente en lo cotidiano de dichos espacios que brindan a diario, mañana y
tarde un nuevo estilo al hablar, actitudes, muletillas y hasta posturas que
bien pueden imitarse. Esto no debe ser el reflejo de una sociedad que está
avanzando en una ciudad cosmopolita y en un país que cada día es más fuerte y
mediático a nivel internacional. La imagen de un hombre que se define tal como
los de la pantalla está errando al creer que su estilo peculiar de hablar es como
debe ser en esta sociedad que está cada día más globalizada y consumista y por
ende con opciones múltiples para comunicarse.
Un periodista, debe ser
quien que de la pauta vocabularia
al televidente, debe mantener siempre la postura como tal, como un profesional
de la información, no es un vocero de algún espacio callejero o de alguna
esquina de peleas. Un hombre de noticias y una dama de la información deben
siempre reflejar la imagen pulcra en todo el sentido de la palabra. Hay que
recordar la fuerza de convencimiento que se tiene sobre el que los ve como si
estuvieran arriba de un pedestal y con la esperanza de que serán, en algo, más
cultos por oírlos.
Lo mismo se repite en los programas de farándula locales, más agresivos
que los de la sierra, en el caso de Guayaquil los personajes son profesionales
de la noticia o gente que logró fama por algún evento mediático en particular
que logró catapultar su presencia en la tv. Aquí es posible ver hasta en más
alto grado la falta de un buen vocabulario, hay falencias al momento de
estructurar una idea, y falta de comunicación directa con el televidente, ya
que casi siempre es al implicado de la nota que se dirigen. El presentador de
prensa rosa se torna mucho más fuerte en sus cometarios; son efusivos, hablan
en primera persona, se toman suyo y directamente al caso como algo doloso, y si
lo amerita buscan el causar gran impacto con su argumento, las palabras subidas
de color pueden tomar protagonismo, y más si hay alguna relación que haga
sentir afectado al que presenta. En la prensa rosa no se debe tampoco dejar de
lado lo periodístico, jamás en ningún programa se debe hacer eso, siempre lo
que se exponga al publico llegara a él, y para bien o mal será visto, con
buenos o malos ojos, con curiosidad o sorpresa. Siempre lo polémico, sea con
real contenido amarillo, o lo más relajado en su contenido, causará efecto.
Hay las producciones que apuestan por tener un balance al aire,
programas en vivo, en su mayoría, que tienen a varios comunicadores que darían
una regulación del lenguaje al público y habrá en noticias, en farándula, en
novelas, deportes, en todo tipo de propuestas televisivas que llame la
atención, sea de forma positiva o explosiva, eso es seguro. Esta será la manera
de tener bajo la manga la química perfecta para llegar a todo tipo de
espectador enganchado a la pantalla.
El público es un grupo masivo de gentes que busca informarse, conocer lo
que pasa en el mundo y este caso es en la ciudad, obteniendo lo más accesible,
aquí hablamos de la televisión, esta tiene el deber de dar a conocer lo que
está sucediendo en el entorno con responsabilidad y altura en el manejo del
caso, para eso se nutren lo medios de comunicación de profesionales, que en su
mayoría están tras cámaras y lejos de los que realmente los necesitan, los públicos.
En la gran parte de los casos, quienes tienen toda la preparación para exponer
algo están de directores, estos están consientes de cómo se está dando la
materia al espectador, pero por el éxito y la continuidad de un buen encendido,
como se dice al instante en que arranca el programa deseado y marca un rating,
permiten que los que no están realmente listos lo hagan, o los que saben que
pueden decidir transformarse en un ser comunicativo de un estilo fuera de lo
ético y culto, pero productivo económicamente.
Está comprobado que lo más popular no es siempre lo mejor, no es el más
bello, ni la más perfecta presentación montada en algún programa, lo que gana
la fama, es lo más polémico y amarillista posible que inculca seudovalores y
reglas improvisadas e incoherentes, claro que hay casos positivos que no
podemos negar. Cuando esto llega a los más lábiles, como a los niños, se
mancilla la educación que bien pudo haber dado el padre de familia o la
escuela. Es un asunto de conciencia televisiva en un medio, de respeto a los
que ven la programación y esperan aprender algo. En la memoria se queda lo más
absurdo, lo mas jocoso o lo más polémico, y eso se repite como diapositiva con
la terminología característica de quien hizo el contenido para el público en
cuestión.
Hay que tener en cuenta la responsabilidad social, que se tiene en las
manos a la hora de redactar, de hablar y de dar ejemplos; los comunicadores, en
muchos casos, casi siempre creen eso, y lo que menos se puede querer es demostrarlo,
el ejemplo lo da la comunidad al aceptar o no este estilo en el lenguaje
diferente y alborotador que tienen los que se consideran responsables de contar
un hecho y hasta de luchar por la justicia del hombre y la familia; lo mismo en
la farándula, aquí está el mismo estilo, y hasta seguido por los televidentes a
modo de entretenimiento, que imaginándose con sus famosos en la situación, aspiran hasta
resolver el problema tomándoselo suyo, el personaje a veces se convierte en el
primer comunicador de la noticia que desea dar, por buscar llamar la atención,
y a veces marcar un referente en los medios.
Para un periodista el tener en las manos información para exponer al
público es contar con un tesoro, se obtiene el poder de dar o no dar
conocimiento de un tema. El plantearlo y la forma de expresarlo está en su
total potestad, siempre hay que buscar la manera de hacerlo con un estilo
coloquial, formal, si lo amerita, y con un ritmo acorde a lo que se tiene a la
orden. Se debe guardar la compostura y la decencia en las palabras, no tener un
diccionario de lo burdo y morboso para un público que en muchos casos hasta
menosprecian por creerlo ignorante y con fácil asimilación a la palabra
adulterada. Es una obligación y derecho para el televidente guayaquileño
obtener buena información. No se puede ser como se cree que el otro es, el
público merece el mayor respeto y comunicación ágil, clara, cultivadora e
informativa.